CUENTOS


EL CUENTO DE LA ARDILLA


_Todo es relativo. Dijo el oso.
_¿Cómo?. Preguntó la ardilla.
_ Que todo es relativo. Repitió el águila.
_ Ah.
_ Es como el bien y el mal… es relativo. Agregó el oso y continuó: ya lo dijo Eintein…

…Oía apagarse de a poco las palabras mientras se alejaba..
 << En el río hay peces de colores >>. Le habían dicho.
Le gustaban los colores. << Los colores me hablan>> solía decir.
No era nada extraño, lo realmente curioso es que a las ardillas no suelen gustarle los colores y mucho menos oírles.
A ella le gustaban los colores.
Le era imposible medir el tiempo y la distancia como todos.
Cuando le preguntaban a cuanto tiempo, o a que distancia esta tal cosa, ella solía contestar más o menos así:
<< varios azules, algunos detalles de verde, y algún matiz de rojo, justo antes de llegar al violeta.>>
Los que ya la conocían solían no preguntarle. Algunos solo lo hacían para verificar si ya había aprendido a  <<¡¡hablar como Dios manda!!>>

_Tonterías. Si quieres ver un color te concentras lo visualizas y lo ves. Así
El oso se sentaba pesadamente, se ponía en posición de loto, cerraba los ojos y luego de unos minutos los abría y decía:
_ Ves, ya vi el azul.
El águila revoleteaba a su alrededor, le miraba admirado, luego de varias vuelta ya no aguantó más:
_ ¿Me enseñas?
_ ¿Qué cosa? Respondió el Oso.
_ A ver el color azul. Agregó el Águila.
_ Pues vale.


El Oso le explicaba con lujos de detalle todas las técnica. Luego de varios intentos…
_ ¡No veo nada!.
_ Ten paciencia y constancia y lo lograrás. Le animaba el Oso.
Si algo no se le podía reprochar al Águila era su voluntad. Los próximos tres días los pasaría en posición de loto, con los ojos cerrados, sin comer, sin dormir. Hasta que en el cuarto día se oyó:
_ ¡Lo vi! ¡Lo vi!
_ ¡Que guay! ¿ que te contó ?. Gritó la Ardilla mientras corría hacia él.
_ es que… ¿debía contarme algo?
_ No lo confundas. Interrumpió el oso.  Ya lo viste, muy bien. Ahora debes hacer lo mismo con cada uno de los colores. Debes practicar mucho. Yo ya te diré que dice cada uno, si estudias a nuestros sabios ancestros  lo sabrás, ellos ya lo describieron , porque deberías de escuchar a esta Ardilla chiflada.

…Una vez más las palabras mezcladas con las risas se apagaban de a poco mientras unas ráfagas de azules con burbujas amarillas se interponían entre el Oso y la espalda de la Ardilla que se dirigía rumbo al río…
<< Al final del río, hay un bosque. En él vive un viejo gorila que cuenta historias. Se sienta en su jardín de cara a sus oyentes. Detrás de él, justo arriba de su cabeza hay una ventana que cambia el paisaje  de acuerdo al relato que el gorila cuenta…>>
Eso había oído. Sería como un cine de colores. Pensó.
Caminó por un camino sinuoso. El aroma era a rocío de bosque. Los colores rojizos con matices azules, verdes, amarillos, y algún gris, cada tanto rayos de colores blancos grisáceos atravesaban el follaje. No sabría decirles con precisión cuantos colores habían transcurridos hasta que llegó a una parte del río que formaba un pequeño remanso al margen de la corriente. Era azul espejado con algunos reflejos plateados, cubierto por miles de puntos rojo pasión.
_ Buen día.
_ Buen día. Respondió la Ardilla.

Un pequeño Pingüino de elegante smoking y una galera de copa alta, sostenía en su mano izquierda una hermosa rosa roja. Luego de saludarte sonriendo te daba la flor y en el acto una nueva remplazaba a la anterior.
_ ¿Ves esos puntos rojos en el azul plateado?
_ Sí.
_ Son deseos. Cada flor es un deseo. Desea algo de corazón y arroja la flor al agua.
La Ardilla se acercó a la orilla cogió la flor con las dos manos y deseo que los colores nunca desaparezcan mientras su roja flor se posaba en el azul plateado.
El pequeño Pingüino la miró sonriendo y le dijo:
_ El bosque que buscas esta dos azules, tres rojos, y unos matices amarillos más abajo.

Hasta entonces el viaje había sido un poco a ciegas entre la frondosa maleza que rodea al río, tanto que no veía donde pisaba, pero ahora se habían convertido en colores, sin densidad, sin resistencia… corría entre ellos, se mezclaba, formaba nuevos colores, cada nuevo color le contaba cosas diferentes. Lo que antes fue un árbol ahora era un color maíz, con matices rojos, rodeado de un jardín de aire de color beige. La Ardilla jugaba en su jardín, abrazaba al árbol, le hacía cosquillas, el jardín de aire cogía matices violetas, también el árbol, también ella… otro color nacía, una nueva historia por oír. Luego se alejaba sin despedidas, sin llantos, mientras cada uno cogía su color, ahora ligeramente diferentes.
Sus nuevos colores le contaban historias que solo ella oía. Imaginaba que les contaría sus colores al Águila, al Oso. Solo de algo estaba segura, solo ellos podían saberlo.

_ ¡ Iupi !. Vi el rojo! Gritaba el Águila
_Muy bien ahora debes leer todo lo que ya han investigado sobre el rojo. Le daba las indicaciones a seguir el Oso.
Era muy respetado, era considerado una enciclopedia de los colores. Todo lo que ya se haya escrito sobre ellos, o técnicas para verlos, el Oso lo sabía. Toda una vida dedicada a estudiar los diferentes estudios sobre los colores, incluso métodos que ya no recomendaba, como comer ciertas plantas que te hacían ver la vida de colores.

_ ¡ Iupi !. He visto otro color! Gritó el Águila.
_ Muy bien !. Eres mi mejor alumno. Le animaba el Oso.
_ Pero dime, si mezclo el azul con el amarillo ¿Qué sucede? ¿se forma el verde? Y para verlo ¿Qué debo hacer, ver primero el azul, luego el amarillo, y mezclarlos. O simplemente ver el verde?. Le preguntaba el Águila.
_ No te adelantes. Un paso a la vez. Primero estudia los libros de cada color y ya estudiaremos los “combinados”. le contestaba el Oso.

…El árbol ya había quedado muy atrás. Los colores se fueron suavizando hasta fundirse en un blanco de sutil transparencia, detrás miles de colores brillan intermitentemente en el azul plateado, los peces se mueven con soltura intercambian sus colores. Pequeños lugares que el Sol elige al azar para jugar con su doradas incursiones. Un hilo del azul plateado se desliza por un pequeño sendero hasta los pies de la Ardilla. Ella sintió el juego. El río le dijo:
<< El universo está lleno de colores y cada color es único. Ninguno es más importante  que otro, todos cumplen su función para formar otros colores. No te olvides, detrás de cada cosa que ves hay un color>>
_ Pero yo soy una Ardilla.
_Y yo un río. Para mí eres un bonito color. Por cierto, el  Águila esta tiste.
_ ¿ Como lo sabes ? Si, no lo conoces. Le preguntó la Ardilla.
_ El también es un color. Está dos azules, 3 rojos, y unos matices de violetas más arriba, y su color habla a través de los colores. Tu ves y oyes a los colores, pero no te olvides que tu eres también un color único. Cuando lo sientas así, tu color te contará historias de otros colores…

…Lejos quedó el río. No recordaba que color era esta mañana.
Se recostó a descansar en el verde con manchas amarillas de hojas de otoño, los tres sentían al Águila, a su voluntad, su sacrificio, le mandaban señales a través de los colores, del marrón de la tierra, del aire…
_ Olvídate de todo lo que te enseñé, ahora tengo una técnica más elevada. Decía el Oso.
_ Que bueno. Cuéntame. Con los ojos bien abiertos le respondía el Águila.
_ Ahora se sabe, en realidad lo sabemos unos pocos, que para ver y oír a los colores debes tener un proyecto.
_ Con que un proyecto… decía el Águila. ¿Cómo un proyecto?
_ Es fácil si hay un proyecto y éste se cumple aparece el fin.
La mirada hipnotizada del Águila le invitaba a continuar la explicación.
_ Si tienes como proyecto subir a esa montaña con el fin de alcanzar la cima para ver y oír el color blanco, lo lograrás cuando logres el fin.
_ ¿Puedo ir volando?
_ ¡No! Así sería muy fácil. Debes ir andando, una cosa más, no te entretengas por el camino, no pierdas de vista tu meta…

Si algo tenía el águila era voluntad y compromiso. Sus días estaban llenos de constancia, de sacrificio, de preguntas. Así cada día. Uno a uno, hasta toda la vida…
Cada vez se hacían más expertos escaladores y/o aplicadores de técnicas de visualización de colores. Solo que al verles no le susurraban respuestas, solo preguntas.
En ocasiones, cansados, sin fuerzas, el Águila se preguntaba:
<<¿Vale la pena tanto sacrificio para solo verlo un instante?>>
_ No flaquees! Eso es de débiles.
El Oso, que oía algunos colores, no le dejaba terminar sus pensamientos. Estaba convencido que el no distraerse te hacía fuerte.
El Águila añoraba esa fortaleza, sin saber que lo que le hacía fuerte era que sabía volar…

_ Esta mañana me subí tres montañas y vi tres colores. Decía orgulloso  con el fin de darse fuerza.
_Muy bien ! Le alentaba el oso. Yo ahora estoy haciendo río abajo, ya lo hice cuatro veces, pero siempre vi el mismo color.
_ ¿Viste a la Ardilla?
_ Si estaba, ni me enteré. Recuerda que no debes distraerte si quieres tener éxito en el fin.
_ Tienes razón.

No hablaban de lo bonito que es el púrpura en el cenit, ni de lo luminoso que es el amarillo en las hojas de otoño, o de lo pacífico que es el azul cielo. Hablaban de sus proezas, de sus técnicas, de lo buenos ejecutantes que eran. Se habían olvidado para que era el fin. Los colores solo eran el certificado de que la técnica servía.

…Una nube de colores blancos, grises y azulados espumosos lanza colores en forma de gotas…
La lluvia le contó que existían más Osos, más Águilas, más técnicas, diferentes, competían entre ellos, llegaban a odiarse. Todos tenían algo en común:
<>.
La Ardilla lloró lágrimas doradas que al tocar la hierba se convirtieron en
verde limón. Añoraba el color del Águila cuando se montaba en su lomo y juntos incursionaban colores en el cielo…

El coloreado destino la llevó hasta un monte  precioso - según sus palabras- porque cuando la Ardilla decía precioso lo que en realidad quería decir es, que ahí, estaban todos los colores del universo.
El monte era precioso. Los colores danzaban. El rojo cogía de la mano al amarillo, daban unos cuantos giros suaves hasta que un luminoso naranja se desprendía de ellos para sacar a bailar a un tímido celeste. Solo un color no muy claro se movía de prisa, tropezaba con ellos, parecía no verles.
Su rápido andar era cansino, forzado, poco tenía que ver con el sutil movimiento de los colores…

_ ¡Águila! ¿Qué haces?
_ ¡Ardilla! ¿Cómo estas?
_ Muy bien. Estuve tres azules más allá con un árbol que me contó que…
_ ¡Ya empezamos, interrumpió el águila, porque no dejas de soñar y vives como todo el mundo, con los pies sobre la tierra ! Por cierto, no me distraigas, que mientras tu pierdes el tiempo en tonterías yo estoy a punto de coronar este monte, ahí me espera el color blanco. Quita tu “azulado” trasero y déjame pasar que si me doy prisa también iré a por el violeta.
Con la respiración agitada continuó su asenso. La Ardilla le veía alejarse con pena… El Azul humo le cogió ambas manos la miró a los ojos con un tenue turquesa y le dijo:
_ El Águila pasará. También tú. Todos pasaremos. Pero los colores no mueren siempre volarán…
La Ardilla con risas entrecortadas se quitó las doradas lágrimas de sus coloradas mejillas…

El día ha sido largo será mejor dormir. Quizás esta noche en sus sueños venga a visitarla el color del Águila y juntos volar en infinitos colores…
Mañana será oto día. Uno más. Así, hasta toda la vida….



Fin